Estudioso concienzudo, de mente brillante y extraordinaria memoria su sabiduría estuvo escondida bajo su humildad durante muchísimos años.
Finalmente la Providencia Divina dispuso, contra los deseos del santo, valerse de él para iluminar la Europa del Siglo XIII.
Obediente Antonio tuvo que dedicarse a la predicación a pesar de su deseo de vivir como ermitaño gozando del estudio y la oración.
La siguiente es una bellísima oración que él hacía al Espíritu Santo siempre antes de cada sermón:
Oh luz del mundo, oh Dios inmenso y eterno Padre, dador de la sabiduría y de la ciencia, compasivo y liberal dispensador de las gracias espirituales, conocedor de todas las cosas antes de que aún existan, creador de la luz y de las tinieblas, extiende tu mano y toca mi boca, y haz que ella sea como una espada afilada para anunciar elocuentemente tu palabra.
Convierte, Dios mío, mi lengua en aguda saeta para proclamar con eficacia tus maravillas.
Envía, oh Señor, el Espíritu Santo a mi corazón a fin de que yo pueda entender, a fin de que pueda meditar.
Inspírame plenamente, santamente, misericordiosamente, benignamente.
Guarda y fortifica desde el principio hasta el fin mis pensamientos y mis sentimientos, para que siempre amaestre tu disciplina y me ayude tu sapientísimo consejo.
Por tu infinita misericordia.
Amén.
San Antonio de Padua
Imagen: Roelas Pentecostés Óleo sobre tabla. 270 x 105 cm. Museo Nacional de Escultura. Valladolid.jpg

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